Autorretrato con geranio. 1982. Óleo/lienzo. 61 x 50 cm.        (...) La aparición de este hombre sobre el panorama nacional supuso como… “unas violetas que llevarse a los párpados cansados por la luz”. Unas violetas que no eran otra cosa más que tremendas dosis de verdad y de autenticidad, frente a una luz cegadora que se nos había impuesto; y no tanto por la inevitable e inofensiva modernidad, creemos, como por el vacío espiritual que la sociedad venía adoptando desde hacía años.

Autorretrato. 2000. Óleo/lienzo. 75 x 54 cm.        (...) Ramón Gaya no es un pintor de otra generación, como creíamos, ni de una época pasada, sino que estamos ante un verdadero creador, alguien que realiza su obra fuera de los circuitos oficiales y de las modas, cosa, por otra parte, que no quiere que esté fuera del mundo. Este joven que a finales de los años veinte, con tan solo diecisiete años, ponía en entredicho el camino que entonces tomaba la pintura a través de las llamadas vanguardias artísticas, continúa hoy trabajando con la misma vocación y la misma ansiedad de entonces, continúa, día a día y obra tras obra, planteándose ese camino e intentando reconducirlo por el único camino que considera posible: el de la Pintura con mayúscula, un camino muy alejado de toda la hojarasca actual y en el que el sentimiento del hombre predomina sobre lo intelectual o lo estético.

Autorretrato. 1994. Gouache sobre papel, 61 x 46 cm        (...) Ramón Gaya, decíamos cuando pinta, por ejemplo, uno de sus conocidos bodegones-homenaje con jarras de cerámica y con copas de cristal, no sólo está pintando e interpretando lo que ve, esa porción de la realidad aparentemente visible a cualquiera y susceptible de ser representada de mil maneras, sino que, más bien, está continuamente dilucidando el porqué y el cómo de todo lo que tiene delante, de la sombra que esa jarra proyecta sobre la alacena o de la misteriosa realidad que tiene toda transparencia. Es la pintura como conocimiento de la realidad, de ahí, seguramente, que tan poco le importe repetir el tema una y otra vez. La realidad viva nunca se repite, nunca es la misma pues la cambian no sólo el paso del tiempo, o la luz, sino la propia y siempre diferente mirada del hombre.

Juan Ballester

Fragmentos extraídos de "La Obra Pictórica de Ramón Gaya en Murcia".
Publicado en febrero de 2000.