El cuadro en el caballete
En la segunda planta del Museo se ha recreado la casa-estudio de Ramón Gaya, un espacio íntimo que conserva sus objetos personales.
Las viviendas en las que residió el pintor tenían una marcada personalidad, con una cuidada selección de muebles y objetos: reproducciones de obras de grandes maestros como Velázquez, Murillo o Rembrandt, cerámica popular y, por supuesto, los materiales necesarios para su pintura. Pues Gaya no separaba su vida de su arte; su hogar y su estudio eran uno solo.
Sabemos que en ese espacio de creación y convivencia, el pintor solía recibir a sus amigos, a quienes mostraba pacientemente sus obras colocándolas en el mismo caballete que conservamos en el Museo. Era una costumbre en él compartir sus nuevas creaciones, generando sorpresa y admiración en sus visitantes.
Siguiendo su espíritu, iniciamos un nuevo ciclo en el Museo: el cuadro en el caballete irá cambiando periódicamente. Queremos mantener viva su esencia, mostrando que su pintura sigue presente. Cada mes, sustituiremos la pieza expuesta, permitiendo que los amigos del Museo descubran nuevas obras, como si fuera el propio Ramón Gaya quien las enseñara.
Junio 2025- IV Homenaje a Solana, 1987. Ramón Gaya
En la segunda planta del Museo, donde se recrea la casa-estudio de Ramón Gaya, su caballete vuelve a sostener una obra, como hacía en vida cuando recibía a sus amigos y les mostraba lo último que había pintado.
Este mes, la pintura elegida es ‘IV Homenaje a Solana’ (1987), un tributo a uno de los pintores admirados por Gaya:
“Solana es el mejor pintor moderno español, con Nonell… con sus exabruptos, con ese algo de zopenco que tiene, eso sí que es español, no hay por qué asustarse, es un pintor enorme.”
Ramón Gaya, en entrevista recogida en Ramón Gaya de viva voz, Pre-Textos.
Cada mes, el caballete mostrará una obra distinta. Como si fuera él mismo quien la compartiera con nosotros.
Mayo 2025- Nostalgia del cubismo, 1989. Ramón Gaya
En la casa-estudio del Museo Ramón Gaya, el caballete original del pintor sostiene este mes una obra cargada de memoria crítica: Nostalgia del cubismo (1989). El título ya señala una distancia, pero también una vivencia íntima. Gaya no mira el cubismo desde la indiferencia: lo conoció, lo practicó fugazmente, y se apartó de él tras una ruptura radical.
Como él mismo decía, “yo hacía una suerte de post-cubismo, pero muy pronto quise salir de él. Era un proceso muy rápido. […] Al ver en París las cosas que se estaban haciendo cara a cara ‘se me cayeron los palos del sombraje’.”
Y, sin embargo, esa experiencia dejó una huella persistente en su obra, incluso en su madurez: “esas huellas del cubismo siguen siendo evidentes a lo largo de toda mi obra, incluso creo que un poco más marcadas en mi producción actual. La verdad es que el cubismo viene a ser, acaso, el último movimiento pictórico… real, que sucede dentro de la pintura. Lo que viene después no han sido más que… ocurrencias.”
El cuadro muestra una estantería doméstica, con libros, copas, flores y, en su centro, una pequeña reproducción cubista, como una cita de lo que fue. Es una pintura sobria, contenida, donde el gesto de colocar el cubismo en segundo plano es, en sí mismo, una afirmación estética.
Para Gaya, el cubismo supuso una etapa de paso, una exigente “disciplina de tránsito”: “lo último verdaderamente serio que se ha hecho en pintura es, desde luego, el cubismo […] aunque noble, le faltaba… el aire, y la luz, pero llegaba en nuestra ayuda como una rigurosa disciplina de paso, de tránsito. […] Venía a devolvernos el cuadro, es más, la Pintura.”
Hoy, al colocar esta obra en el caballete donde el propio Ramón Gaya mostraba sus cuadros a los amigos, el museo recupera no solo una pintura, sino también una postura: la de un artista que, sin negar su pasado, supo tomar distancia crítica sin renegar de lo vivido. Una nostalgia, sí, pero sin regreso.
Abril 2025- Homenaje a Pastora Imperio (1989). Ramón Gaya
Este mes el caballete acoge ‘Homenaje a Pastora Imperio’ (1989), un cuadro que no muestra a Pastora bailando, sino que la trae al mundo íntimo de su casa. Gaya pinta una estantería sencilla, con libros, un jarrón de flores frescas, una jarra de vidrio y, en un rincón, apoyado, el retrato de Pastora Imperio. Como si ella fuera también parte de ese hogar, de esa vida silenciosa y cotidiana.
Sobre ella escribió: «Comprendí que en Pastora no se trataba de hacer, sino de ser».
Pastora no era sólo arte, era algo más hondo, más verdadero: «no era fuera, sino dentro y en el centro de su persona, donde estaba su invulnerabilidad».
Gaya la veía como lo que no puede encerrarse ni en un estilo ni en una época: «el Espíritu Grande, y el espíritu grande no acepta prisiones».
Así, colocándola junto a las flores, a los libros y al silencio, Ramón Gaya nos enseña que Pastora Imperio seguía viva en su memoria como una presencia natural, diaria, compañera de su propio ser.
Marzo 2025 -Homenaje a un Picasso de 1919. 1992. Ramón Gaya
Iniciamos este nuevo ciclo con una obra que refleja la profunda mirada de Gaya sobre otros creadores: ‘Homenaje a un Picasso de 1919’. En ella, el pintor de Murcia no copia ni reproduce, sino que incorpora el universo del otro en el suyo propio, lo vuelve cercano, doméstico, íntimo. Hace un ‘comentario’ como señalaba Gaya.
En este interior íntimo, pintado en sus estudio de Roma en Vicolo del Giglio (callejón del lirio), conviven una lámpara, flores frescas, cuencos y libros abiertos, aparece —como si siempre hubiera estado ahí— una reproducción de una pintura de Picasso. No es un gesto de reverencia académica, sino un diálogo entre artistas; un diálogo silencioso que Gaya instala con naturalidad en su espacio vital.
Colocar esta obra sobre el caballete original del pintor es una forma de seguir escuchándolo. Como cuando recibía a sus amigos y les enseñaba, sin alardes, lo último que había pintado.