LOS TOROS EN EL ARTE
En los siglos XX y XXI, la dedicación a la vida y obra de Francisco de Goya por parte de historiadores y críticos ha tenido una especial proyección, multiplicándose los estudios y tesis sobre los diversos aspectos que conforman su extraordinaria personalidad. Todo ello ha supuesto un gran avance en el conocimiento de un artista que constituye uno de los hitos fundamentales de la pintura universal.
Ciñéndonos a su obra gráfica, y más concretamente a La Tauromaquia, son muchos y distintos los puntos de vista sobre el porqué de esta extraordinaria y bella serie de grabados. Sin embargo, en mi opinión, existe una visión especialmente acertada, la que nos dejó quien fuera crítico de arte y figura fundamental en la historia del Museo Nacional del Prado, Aureliano de Beruete y Moret. Esta serie de aguafuertes, junto a Los Caprichos, Los Desastres de la guerra y Los Disparates, conforma una colección de grabados absolutamente inigualable.
“En Goya traté de la relación del pintor con la fiesta de los toros, del origen de esta y de las causas que determinaron que, en la época del pintor, lo que había sido un deporte de nobles se convirtiera en un espectáculo popular. No he de insistir en este punto, solo recordar que los años de Goya son aquellos en los que se fundamenta y crea el arte del toreo. Francisco Romero idea matar los toros cara a cara, tratándolos con una pequeña muleta; Costillares ejecuta por primera vez el volapié y se le ocurre adornar a los lidiadores con vistosos trajes de seda cubiertos de alamares y caireles; Pedro Romero, con un estilo peculiar, ceñido, elegante, sereno y reposado, es el fundador de la escuela rondeña; “Pepe-Hillo”, valiente hasta la temeridad, funda la escuela sevillana, la afiligranada del toreo alegre y movido, en que todo es gracia y adorno.”
“El entusiasmo de Goya por este espectáculo netamente español lo prueba la serie de obras pictóricas que dedicó a reproducir escenas taurinas de todo género. Ese entusiasmo perduró en el artista hasta su última época, como demuestra una carta de Moratín, fechada en Burdeos en 1825, cuando el pintor y el poeta se encontraban expatriados, en la que se lee: ‘Goya dice que él ha toreado en su tiempo y que con la espada en la mano a nadie teme. Dentro de dos meses va a cumplir 80 años.’ En su faceta de grabador, dedicó al espectáculo de los toros esta importante serie de aguafuertes que nos ocupa, una de las más famosas y artísticas que se hayan realizado. Muestra en ella un deseo de manifestar erudición, no contentándose con reproducir suertes y actitudes de la lidia —es decir, el toreo como espectáculo—. Aun cuando la serie se titula Tauromaquia, vocablo que solo expresa el arte de lidiar toros, su contenido demuestra que el artista quiso ir más allá: representar la lucha del hombre con el toro en toda su dimensión. Algunas de sus láminas —las primeras de la serie— adquieren incluso un carácter legendario e histórico, haciendo aparecer árabes, moros y personajes como el moro Gazul, el Cid Campeador o Carlos V.”
Aureliano de Beruete y Moret
Y esa es también mi impresión: Goya queda impresionado, fascinado por la belleza, la crudeza y la barbarie de un espectáculo absolutamente subyugante, embriagador, único.
Ahora, una vez más, y gracias al Ayuntamiento de Murcia, tenemos la ocasión de disfrutar, en las paredes del Museo Gaya, de esta fascinante serie de aguafuertes que el maestro de Fuendetodos realizó para el disfrute de quienes amamos, de igual manera, dos formas de expresión artística: la pintura y la tauromaquia.
Emilio Morales
LA TAUROMAQUIA
La afición, más bien la pasión que Goya sintió siempre por los toros, queda de manifiesto en numerosos documentos y manifestaciones, además de quedar patente en su obra. Así, se sabe que era muy popular entre los taurinos y amigo de diversos diestros que le llamaban “el ilustre Goya”. Por otro lado, en una carta a Zapater señala que “él ha toreado en su tiempo y con la espada en la mano a nadie teme”, contándose además con los testimonios de su amigo Leandro Fernández de Moratín.
Pero a pesar de las diversas composiciones que Goya dedicó a exaltar la fiesta, recogiendo aspectos curiosísimos, nada puede igualarse a este documental conjunto que supone su Tauromaquia.
En 1815 es cuando el gran pintor aragonés lleva a cabo su obra más significativa en este terreno. Y ello lo prueba su firma y fecha en las láminas 19 y 31.
Como bien señala Camón Aznar, en este momento ha terminado la Guerra de la Independencia y, en una paz llena de alegrías pero también de sinsabores —aunque paz, al fin y al cabo—, se encuentra el artista en disposición de ilustrar la obra de don Leandro Fernández de Moratín. Después, su personalidad se impone y surge la nostalgia del recuerdo. En esta, la de La Tauromaquia, hay una laguna de tranquilidad frente a los tumultos crueles de la serie anterior, Los Desastres de la Guerra, y a los desaforamientos imaginativos de la siguiente, Los Disparates.
Hay que tener presente que entonces los toros eran casi la única diversión popular y la gran afición de Goya. Es, pues, natural que en este momento, cuando los encargos escaseaban y se imponía el descanso de la paz conseguida con el heroísmo de los españoles, Goya se deleitara en su pasión favorita: los toros.
José Luis Morales Marín
JUSTIFICACIÓN
La primera serie de La Tauromaquia fue grabada entre la primavera de 1814 y el otoño de 1816. “Colección de estampas realizadas por “Francisco Goya, pintor de cámara de S.M.”, representando diversas suertes de toros. Véndese en el almacén de estampas, calle Mayor, frente a la casa del Excmo. Sr. conde de Oñate, á 10 Reales, cada una suelta, y a 300 Reales, cada juego completo, que se compone de 33”. (Fuente: Diario de Madrid, 28-10-1816)
La colección que presentamos en el Museo Gaya son obras realizadas con distintas técnicas de grabado: agua fuerte, punta seca, bruñidor y agua tinta, que fueron estampadas para el Círculo de Bellas Artes en 1921, incluyendo un retrato de Goya grabado por J. Pedrosa Ostos.
Las obras tienen un sello al agua con la efigie del artista en cada hoja y están numeradas del 1 al 33 y 7 más de la letra A a la letra G (debido a que son 33 cobres, pero 7 están grabadas por ambas caras). La edición está limitada a 200 ejemplares y es una quinta edición realizada por Rupérez en la Calcografía Nacional por encargo del Círculo de Bellas Artes para conmemorar el centenario de la muerte de D. Francisco de Goya y Lucientes.
RAMÓN GAYA SOBRE FRANCISCO DE GOYA
«Sus fantasías —oídas y vistas en la vida real española— no son, propiamente, cántico, exaltación ni creencia, sino pena, lástima de lo fantasioso. […] Vistas por alguien atacado, diríamos, de cordura, de sensatez, de una especie de piedad, de una piedad… implacable.»
«En Rembrandt […] el grabado, el grabar no es nada, o siendo mucho no importa, ya no importa, porque su personalidad, su poderío —como sucede también con Goya— vence, salta por encima o monta encima de tal o cual procedimiento, sirviéndose de él y no sirviéndole a él como sucede a los demás, sobre todo cuando de grabar se trata.»
«Goya no le añade a la pintura nada de tipo pictórico; le añade, eso sí, ¡de qué manera!, su persona descomunal y terrible.».
RAMÓN GAYA